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Investigación hecha por mujeres y para mujeres

Investigación hecha por mujeres y para mujeres

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Investigación hecha por mujeres y para mujeres

El 11 de febrero se celebra el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, instaurado por la Asamblea de las Naciones Unidas en reconocimiento a la aportación clave de las mujeres a la ciencia. El objetivo de esta efeméride es apoyar el acceso de ellas a la carrera científica y promover vocaciones en las niñas, en parte mediante la visibilización de mujeres referentes. 

La desigualdad en la carrera investigadora va acompañada, inevitablemente, de una visión históricamente androcéntrica en la investigación en el campo de la salud. “Parecía que sólo la salud reproductiva era un rasgo diferencial, pero los síntomas, los tratamientos o la recuperación para una misma enfermedad pueden no ser iguales”, escribió la periodista Lara Bonilla en el especial Cuerpo de mujer, medicina de hombre que publicó el diario ARA en 2021. 

Estas diferencias biológicas explican sólo una parte de las desigualdades en salud, que también están condicionadas por el rol de género. “Tradicionalmente la investigación se ha realizado en modelos masculinos, como ocurre en cualquier ámbito de la medicina –explica la Dra. María Madariaga, médica anestesióloga y presidenta de la Sociedad Española del Dolor–. Lo que ocurre es que cuando pasamos al género humano ya es otra cosa, porque no hablamos sólo del sexo asignado biológicamente, sino que a nivel social y funcional el hecho de pertenecer al género femenino cambia tu posición social”. “Las mujeres sentimos más dolor y los fármacos, especialmente los opioides, nos lo quitan menos y generan más afectos adversos. Pero, además, si una persona es la cuidadora del grupo, generalmente cuida al resto pero no a sí misma. Y si esa persona normalmente es del género femenino, está todo dicho: por lo general tenemos más papeletas para tener dolor y para consultar más tarde”, añade. 

Preferencia por modelos más 'estables' 

El campo del dolor es, por tanto, un ejemplo de las asignaturas pendientes en investigación y salud femenina. Se sabe que la testosterona actúa como hormona protectora y disminuye la sensibilidad al dolor en los hombres, y que la farmacodinámica –la forma en que un fármaco actúa en el organismo– es diferente según el sexo, ya que influyen factores como la masa corporal, la grasa o metabolismo. 

Estos y otros factores biológicos hacen que, generalmente, las mujeres sufran más dolor, pero esto no siempre se traduce en una investigación aplicada a su caso específico, al contrario. “Es increíble saber que el dolor crónico afecta más a las mujeres que a los hombres y, sin embargo, tradicionalmente los estudios en animales siempre se han hecho en machos”, indica Dolors Soler, Doctora en Neurociencia en el Institut Guttmann. La razón, apunta Soler, es que los modelos masculinos tienen parámetros biológicos más estables, con menos fluctuaciones hormonales que pueden confundir los resultados. Esto tiene repercusión a corto plazo a nivel clínico, en la forma de obtener medicamentos y en la forma de tratar a los pacientes. “Las mujeres tenemos más enfermedades que cursan con dolor y lo sufrimos con mayor intensidad, al tener un umbral del dolor más bajo. Los analgésicos potentes disponibles son menos efectivos en nuestro género o sexo, y cultural y socialmente lo aceptamos sin pedir ayuda, por lo que dar visibilidad a esta diferencia de género es más que necesario”, apunta Soler. 

La sexualidad más allá de la reproducción 

Cuando hablamos de medicina y mujeres, tradicionalmente el primero –y en ocasiones único– campo que viene a la mente es el de la reproducción. Y aquí es donde viene el primer toque de atención: pensar en reproducción y no en sexualidad. “La sexualidad va mucho más allá de la finalidad reproductiva. De hecho, puede únicamente estar relacionada en momentos puntuales de la vida de una persona, si es que ésta contempla esta opción en su proyecto vital”, especifica Anna Gilabert, Doctora en Psicología en el Institut Guttmann. “En el campo de la lesión medular, cuando se hablaba de sexualidad se pensaba en hombres y la investigación se centraba en ellos, que son los que tienen el problema visible”, explica Sandra Cunyat, enfermera del Institut Guttmann que realizó su Trabajo de Final de Máster sobre embarazo y maternidad en mujeres con lesión medular. 

Pero la sexualidad, añade Gilabert en el artículo Educación afectivosexual: 7.837 millones de estilos de vivir la sexualidad de la revista Sobre Ruedas, “es mucho más que la genitalidad y la búsqueda impaciente de un orgasmo”. “Los estudios científicos son totalmente unánimes al considerar que un desarrollo sano de la sexualidad tiene un impacto significativo en el bienestar físico y psicológico, aportando mayor calidad de vida y constituyendo un aspecto clave de la propia identidad”, desarrolla Gilabert. La salud sexual se trata de un proceso mental que, tal y como indica la Organización Mundial de la Salud, requiere “la posibilidad de obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coacción, discriminación y violencia”. Y esto incluye aspectos más allá de la función reproductiva, como la sensibilidad, la lubricación o la excitación, que son áreas que la comunidad científica ha empezado a abordar en los últimos años. 

En la reproducción, indica Cunyat, también existen muchos puntos de mejora. En su trabajo, la enfermera detectó que uno de los principales problemas con los que se encontraron las mujeres entrevistadas fue un sistema sanitario fragmentado y la carencia de profesionales con experiencia y conocimiento sobre la lesión medular. Profesionales, por ejemplo, que supieran detectar la disreflexia, un conjunto de síntomas producidos por un estímulo doloroso o nociceptivo generalmente en lesiones por encima de la T6. Se manifiesta en forma de sudoración, cefalea, hipertensión arterial, piloerección y piel fría, y si no se trata puede tener graves consecuencias. 

La disreflexia es el motivo por el que las mujeres con una lesión medular deben ponerse la epidural obligatoriamente durante el parto, para evitar que el cuerpo reaccione de esta forma. Pero además, este conjunto de síntomas puede confundirse con una preeclampsia, una subida de la tensión arterial que puede afectar a las embarazadas a partir de la semana 20 y que, en los casos más graves, puede poner en peligro su vida y la del feto. “Las mujeres afectadas detectan cuando tienen disreflexia, pero en los partos de las mujeres que entrevisté, ninguno de sus profesionales se dio cuenta”, comenta Cunyat. Añade también que alrededor de un 60% de los partos de mujeres con lesión medular terminan en cesárea, cuando en el resto de mujeres la cifra es del 27,8%. Y destaca otro punto huérfano de la investigación en mujeres embarazadas: los problemas urológicos (fugas, infecciones...). “Son la principal complicación durante el embarazo. En la mayoría de casos implican que las mujeres deben llevar pañal, lo que tiene un impacto en su vida diaria y su autoestima”, explica. 

Cateterismo vesical para mujeres 

La urología es otro campo que, inicialmente, dejó de lado a las mujeres. La mayoría de personas con lesión medular tienen una disfunción vesical que en muchos casos requiere la utilización de un catéter. Montse Morcillo, enfermera urodinamista en el Institut Guttmann, explica que “el gold standard es el cateterismo vesical intermitente, porque favorece que la vejiga pueda llenarse y vaciarse como lo haría la vejiga de una persona sin lesión medular. Si el paciente lleva una sonda permanente abierta, la vejiga no acumulará orina y por tanto no será funcional”. Añade que la técnica no touch del sondaje intermitente reduce el riesgo de infecciones, mejorando la calidad de vida de las pacientes. 

Morcillo explica que cuando se incorporó al Institut Guttmann, hace unos 30 años, los catéteres estaban hechos pensando en la uretra masculina, de unos 20 centímetros aproximadamente. Teniendo en cuenta que la uretra femenina mide entre 3 y 5 centímetros, esto podía causar lesiones al usarlos, especialmente en las mujeres con falta de sensibilidad. 

Luego empezaron a salir modelos pensados especialmente para las mujeres. “Las casas comerciales se dieron cuenta de que si no se adaptaban a las necesidades femeninas se quedaban atrás, y ahora hacen kits más pequeños y en colores más agradables, que pueden pasar desapercibidos en el bolso”, comenta Morcillo. En su artículo Sets compactos, ¿facilitan el sondaje vesical intermitente femenino?, publicado en 2022 en la revista Rol de Enfermería, la enfermera detalla que los aspectos más importantes para las mujeres a la hora de escoger un catéter son la comodidad, la discreción, la facilidad de uso y el mantenimiento de la independencia. Factores todos ellos que mejoran con catéteres pequeños, pensados para la uretra femenina. 

Todo ello ratifica que las particularidades biológicas y sociales son un elemento clave a tener en cuenta a la hora de enfocar la investigación, y que mejorará también a medida que se incremente la presencia de las mujeres en la carrera investigadora. Días como el 11 de febrero pretenden avanzar unos pasos en el largo camino que todavía queda por recorrer.